viernes, 3 de octubre de 2014

Un texto de Susan Sontag sobre los turistas y la fotografía

 Susan Sontag, En la caverna platónica. Sobre la fotografía. 1973


Si las fotografías permiten la posesión imaginaria de un pasado irreal, también ayudan a tomar posesión de un espacio donde la gente se siente insegura. Así, la fotografía se desarrolla en tandem con una de las actividades modernas más características: el turismo. Por primera vez en la historia, grupos numerosos abandonan sus medios habituales por períodos breves. Parece francamente antinatural viajar por placer sin llevar una cámara. Las fotografías son la evidencia irrecusable de que se hizo la excursión, se cumplió el programa, se gozó del viaje. Las fotografías documentan secuencias de actividades realizadas en ausencia de la familia, los amigos, los vecinos. Pero la dependencia de la cámara en cuanto aparato que otorga realidad a las experiencias no disminuye cuando la gente viaja más. El acto de fotografiar satisface las mismas necesidades para los cosmopolias que acumulan trofeos fotográficos de su excursión en barco por el Nilo o sus catorce dáis en China que para los turistas de clase media que sacan instantáneas de la Torre Eiffel o las Cataratas del Niágara.
           

Las fotografías, un modo de certificar la experiencia, también son un modo de rechazarla: al limitar la experiencia a una busca de lo fotogénico, al convertir la experiencia en una imagen, un souvenir. El viaje se transforma en una estrategia para acumular fotografías. La actividad misma de fotografiar es tranquilizadora, y atempera esa desazón general que se suele agudizar con los viajes. La mayoría de los turistas se sienten constreñidos a poner la cámara entre ellos y cualquier cosa loable que encuentren. Al no saber cómo reaccionar, fotografían. Así la exoperiencia cobra forma: alto, una fotografía, adelante. El método seduce especialmente a gentes sometidas a una ética laboral implacable: alemanes, japoneses y norteamericanos. La utilización de una cámara aplaca la ansiedad que sufren los obsesionados por el trabajo por no trabajar cuando están en vacaciones y presuntamente divirtiéndose. Cuentan con una tarea que parece una amigable imitación del trabajo: tomar fotografías. Los pueblos despojados de su pasado parecen los entusiastas más fervientes de la fotografía, en su país y en el exterior. Casi todos los integrantes de una sociedad industrializada son obligados paulatinamente a renunciar al pasado, pero en ciertos países, como los Estados Unidos y Japón, la ruptura con el pasado ha sido especialmente traumática. A principios de los años 70, la fábula del impetuoso turista norteamericano de las décadas del 50 y del 60, rico en dólares y vulgaridad, fue reemplazada por el enigma del gregario turista japonés, nuevamente liberados de su isla-prisión por el milagro de la sobrevaloración del yen y generalmente armado con dos cámaras, una en cada cadera”.
                                                          
            Susan Sontag, En la caverna platónica. Sobre la fotografía. 1973
            (Extraido de la edición de Edhasa, 1996, página 19 y 20).