martes, 3 de julio de 2012

"Del turismo más hondo", por Víctor Álamo de la Rosa


Hace tiempo que sigo la estupenda ocurrencia que han tenido los poetas Acerina Cruz, Samir Delgado y David Guijosa, titulada Leyendo el turismo, porque a menudo uno se cansa del empeño que ponen algunos en encastillar la poesía en el feudo de su pedantería, rodeándola de foso y caimanes, para que solamente presuntos excelsos mártires, rodeados de un aura mística, puedan acceder a su limbo de belleza. Cruz, Delgado y Guijosa han tenido la feliz audacia de hacer una lectura literaria, con todas sus mayúsculas, de una realidad apabullante (la de Canarias como laboratorio turístico), que solo muy de vez en cuando había asomado por la literatura que se escribe en Canarias. De hecho, la memoria, a bote pronto, solo me dicta un par de nombres que indagaron en poesía en esto del turismo como tema literario: Alonso Quesada y Agustín Espinosa. Cuando se piensa en los últimos años de tradición literaria canaria, uno llega a la conclusión de que nos hemos instalado en la inopia, no solo los escritores, sino, particularmente, el mundo académico y universitario. Como si no viviéramos en Canarias, islas transidas por la cortante y compleja realidad turística, una realidad que determina tanto o más que nuestros tópicos geográficos más evidentes: mar e insularidad. La actividad turística planea sobre todo lo que somos y hacemos y ya, ser canario, implica esa convivencia con el turista, en el más amplio sentido de la palabra. Nuestros próceres literarios no habían indagado, hasta ahora, en esa peculiaridad que, en pleno siglo XXI, confabula para que Canarias y su territorio y Canarias y su población seamos producto de la metamorfosis que ha propiciado el turismo. Somos diferentes porque estamos hechos de turismo, esto es, mestizajes variopintos, geografías fragmentadas no solo por la insularidad sino por la más hambrienta especulación urbanística y hotelera, y mar donde crecen las banderas de todas las nacionalidades, de todas las lenguas, de todas las patrias. No existe para el canario el ser extranjero. Ya nos hemos acostumbrado a la presencia de mil lenguas y costumbres y por eso ya era hora de que desde la literatura empezáramos a preguntarnos en qué demonios nos hemos convertido. Si antes sabíamos que los conceptos de insularidad y mar determinaban nuestra idiosincrasia, ahora habrá que sumar el hecho turístico, para que el poema y la novela empiecen a indagar en lo que de veras somos. Creo que esa y no otra es la verdadera última intención de esta propuesta de leer el turismo, acaso el auténtico espejo donde deberíamos mirarnos si queremos vernos el rostro. Cruz, Delgado y Guijosa proponen preguntas nuevas, y eso me interesa. Es viento fresco y happy hour en nuestras letras, y eso me interesa. Aires nuevos para una poesía que sabe que el turismo más hondo es el que nos lleva hacia dentro.


 Víctor Álamo de la Rosa