
La casa de Rubens en Amberes...
tiene la propiedad de evocar
la realidad del siglo diecisiete,
se lee en una guía de turistas.
El pórtico barroco me dejó entrar
a un jardín renacentista italo-flamenco
que el maestro diseñó.
Sí, todo es en verdad encantador,
con ramitas de perejil y perfume de lavanda.
Pero mientras jugábamos a los escondidos
y nuestros labios se tocaban con timidez de turistas atípicos,
yo pensaba en Catulo y sus tantos besos para Lesbia.
Sin lugar a dudas, el poeta llamaría a nuestros besos suavium.
Y Rubens lo aprobaría.
