miércoles, 11 de septiembre de 2013

Tres poemas turísticos y ochenteros de Bernd Dietz

Poemas del dossier de "Leyendo el turismo". Bernd Dietz. Ciclos, o el progreso del turista. (Añil, Santa Cruz de Tenerife, 1986).

9 p.m

La industria del placer no abre sus rampas
aún a los adictos de una casi
casta muerte, si bien ya nos sonríe
la suerte del poder aspirar, como
adelanto, el aroma de fritura
en los desnudos pasadizos, mientras
parpadean los poros expectantes
de una ventura de posos de neón
y barro de revuelco codiciable.


 
Vuelta

Perdido en la memoria el primer verso,
ancla de plenitud evaporada,
¿cómo remar hacia atrás desdeñando
hablar de la pérdida del comienzo,
ya desagüe de dicha a la deriva?
Eramos tres cuerpos a la búsqueda
de una utopía con manos y caricias
playas, lechos, comidas, carreteras,
compartiendo sin ayer ni mañana
los dulces meandros de una identidad
móvil y penetrable como el agua.
Exploradores del morir trazamos
una nueva cartografía de islas
habitables a este lado de la piel.


Jardín de sol

Los viejos que no han muerto en estos meses,
buscan enseguida asilos de ultramar,
regateando pasajes de barco
para proteger la cristalería
que habrá de heredar un pariente casi
más irreal que la casa desnuda
en la que aguardan a que otra muerte amable
les provea al fin de una plaza libre;
o se quedan de pronto en postura
grotesca congelados en la taza
del retrete, lo que hace más difícil
acomodarlos luego en sus cajas;
o enmudecen por completo metidos
día y noche en cuartos llenos de gatos,
entre recuerdos densos y asfixiantes
que les impiden dejar de estornudar.