lunes, 7 de mayo de 2012

Lluvia en la playa, por Daniel María

Algo así como un aguacero en la playa que provoca el estremecimiento de la arena, acostumbrada a la caricia salitre del mar y no a la caída a borbotones del agua dulce. Algo así como la huida impetuosa de los bañistas, que fueron a la mar para mojarse, pero no aceptan el chapuzón vertical. Algo así como nadar en las piscinas de la literatura de Canarias y abandonar la laurisilva segura, aquella sobre la cual se han edificado todos los estamentos asumidos como inalterables. Algo así, en definitiva, como abrazar los aeropuertos sin miedo a la despedida, alzando pañuelos blancos como estandartes de la paz y no como adioses callados al veril de los navíos.

Samir Delgado, Acerina Cruz y David Guijosa han unido los trayectos de sus infancias, íntimamente fundadas en el espacio turístico, para ofrecer la potente construcción de su mirada común: la crítica de las Islas viene ignorando (en presente continuo) una realidad que condiciona y persiste. Las zonas del Archipiélago localizadas como guetos turísticos, allí donde las lenguas conviven y se besan en la hamaca, allí donde se desayuna como los obreros británicos y se almuerza como los campesinos isleños, allí donde el paraíso artificial, más por artificial que por paraíso, es desterrado de las ideas y de la sensibilidad del arte, allí mismo, donde las tiendas de souvenirs, la extensión de las toallas y esa máscara coqueta que serán siempre las gafas de sol se convierten en elementos constituyentes de una naturaleza integrada en el paisaje de las Islas y, por ende, en la literatura y el arte del territorio. Allí, han plantado la sombrilla y se han sentado a observar, a pensar para existir. Y han concluido.

Tal conclusión es un proyecto pionero, que no se parece a nada, con el que recorren Canarias cual compañía de cómicos de la legua. Leyendo el turismo es un poema en construcción, un caldero en ebullición donde continúan añadiendo ingredientes. Mientras tanto, leen. Y recitan en voz alta su visión.
A esta estrofa del Océano le ha faltado siempre tres puntos suspensivos… Ellos lo sabían y han aceptado el reto. Son tan necesarios como la crueldad de María Ana, cuyas axilas sin depilar nos bendicen desde 1930. En el Puerto de la Cruz, cuna de mi adorado Agustín Espinosa, los descubrí. Escenario idóneo. Tarde de lluvia. La playa no rechistó.





Reseña sobre Leyendo el Turismo
Tras lectura en Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias
Puerto de la Cruz, Tenerife.