El poeta nómada es un turista accidental que visita a
menudo palabras puras y viajeras. Sabe
moverse y vivir en ese barullo improvisado, en esos planetas inexplorados. Si
además vive en una isla, visita por triplicado sus intuiciones circulares. Su
aventura automática se ve refrendada por asimilar la vida de un pez que sabe
que está en el agua porque sale del agua. Después de varios margullos, desde la
adolescencia inicua a la madurez previsora, con gafas o sin gafas, sus informes
de profundidad suponen un avance conceptual en la visión del mundo conocido y
desconocido.
Un poeta nómada es capaz de convertir una anécdota en un
sofisma y una toalla playera en un manifiesto surreal. Un poeta es una isla,
pero nacer en una isla supone una
prosperidad para su escritura. Estos argumentos se pueden acreditar, aterrizando en el Planeta Turista, donde ahora navego y disfruto, de la mano de Acerina Cruz,
Samir Delgado y David Guijosa, tres poetas del Subtrópico de Cáncer,
guías turísticos de palabras que llegan
por avión, papel o barco. Visión
panorámica y estratosférica.
Una isla es un
conjunto de vernáculos visitados por alienígenas de todo lugar imaginable. Cuando eres un poeta
adolescente, el turista llega de otro planeta, por más que intente disimularlo
con cremas y potingues. El indígena otea al recién llegado de arriba a abajo,
lo ve venir, le parece un objeto luminoso, un cartel publicitario andante, una
aventura enigmática, una traducción casi improbable, o sea la poesía empírica.
El espacio turístico de la isla es un camaleón tomando cerveza, un rinoceronte de goma flotando en la selva de una terraza de Sonneland, un apartamento azulmarino invadido por la heterodoxia y la creolidad, que ha llegado en formato marabunta, en tecnicolor. Los poetas que no han vivido de pequeños este Carnaval multicolor, se ajustan a la norma cartesiana, al arquetipo en desuso. Aún siguen tomados por los suevos, vándalos, alanos, visigodos, íberos y celtas. Son poetas continentales. Una Península es una isla en pena, ya saben. El Planeta Turista es otra cosa, la cosa.
El poeta que nace en una isla conoce los lunares secretos
de los carolingios, las venas hinchadas de cerveza Tropical de los germanos, la
blanquecina epidermis, tostada con café
y menta, del vikingo noruego, los vociferantes aullidos de los lobos británicos
en los balcones derretidos de Septiembre. Prontitud con la lejana cercanía,
visión de ojo de buey, simbología, fragmentación del texto, nada por terminado, inclusión de las influencias,
lengua dentro de la lengua, máxima generosidad con el invento literario. La
perspectiva del poeta insular, estructura flotante y periscópica, bordeando la
piscina internacional.
Edouard Glissant , poeta y ensayista de la isla de Martinica, opta por las
culturas de influencias, por las entidades rizomas y no por las atávicas de
raíz única. Piensa en existencias permeables, donde he podido comprobar que
navegan los poetas subtropicales Acerina
Cruz, Samir Delgado y David Guijosa, poetas ambulantes en un Planeta Turista, acólitos de lo desconocido, del experimento
vital y el submarinismo cosmopolita.
Leo este libro
ventajoso en la bañera de mi casa, piscina cuántica donde refresco mis
alucinaciones compartidas, estas sabias tasaciones de estos tres poetas
íntegros. Poetas de mixturas, aventureros en conexión con otros mundos que se
cruzan. No son poetas de la
Meseta , su insulario es otro, movedizo, renovable como la
gente que se mueve en los aeropuertos, siempre un paisaje conceptual vivo, en
tránsito.
Cada poema de David Guijosa, Samir Delgado y Acerina Cruz
nos advierten de ese breviario poético que es estar dentro y fuera a la vez, de
ese shock entre culturas, del factor novedad y lo imprevisto. Supone poner en
marcha una maquinaria del lenguaje atrevida, la posibilidad de viajar a un
precio módico por mundos laberínticos y reconocibles, incluso filosóficos. Se
palpa en los textos la distancia del pensador que ha participado de la realidad
que ahora llena de metáforas y aciertos. Se cuenta sin contarlo todo, como si
las palabras fueran también turistas ocasionales, esta vez nada inocentes,
navegables.
Disfrute del Planeta Turista. Acérquese a la orilla
azulada de una vida vertiginosa y feliz.
No disimule el turista que lleva dentro. Es usted también un pequeño
continente en miniatura, visitante anónimo de este paraíso de tinta y papel.
Abra la sombrilla y comience a leer. ¡Wellcome ¡
Canary
Islands, 16 Septiembre ,2014