El ser humano se movía.
Se movió siempre, siguiendo los animales. Siguiendo los animales
para cazarlos y comerlos. Siguiendo los buenos frutos. Para
sobrevivir. Para agasajar su paladar. Entonces, en complicidad con
los animales, veía diferentes tierras, bebía de diferentes ríos.
Hasta que comenzaban los problemas y algo lo forzaba a ir más allá,
hacia la aventura, y cruzar la línea de lo conocido, cosa que hacía
con valentía y con miedo.
El ser humano es de
naturaleza nómada. Es lo que tenemos escrito en nuestra célula,
impreso en nuestro ADN. Movernos hacia algún lugar. Por eso cuando
no nos movemos físicamente, soñamos.
Aunque, en un determinado
momento, el hombre decidió hacerse sedentario, y traer la naturaleza
a su casa, hacerla según sus deseos, y por ende, ignorarla, relajar
su sensibilidad de diálogo con ella, construir una propia a su
imagen y semejanza. Es allí cuando comenzamos nuestra decadencia
como especie, y comenzamos a destruirnos y a desaparecer: en el
momento preciso en el que nos volvimos sedentarios.
La Naturaleza pasó a ser
una enemiga.
Sin embargo, el
sedentarismo no pudo reprimir el deseo innato del ser humano por
moverse, por abarcar la Tierra. Desde luego, unido al deseo de saciar
necesidades… vitales o egocéntricas, vemos las conquistas, la
formación de los imperios. Pero, asimismo, otros tipos de viajes que
van en búsqueda o el encuentro de los misterios, de los encantos y
desencantos que guarda lo desconocido.
La Reina egipcia Hatseput
mandó una flota de expedición por el Nilo hacia las entrañas de
África para comprobar la existencia de una ciudad mágica. A su
regreso, la flota volvió cargada de riquezas, pero además de
relatos maravillosos que hablaban de gente que caminaba sobre los
rayos del sol.
Los fenicios también
cruzaron los mares europeos y africanos, creando una gran red de
comercio en la que no sólo se intercambiaba mercadería, sino
también imaginario.
El marinero griego y
explorador Pythéas, nacido en Marsella, fue uno de los primeros
griegos en cruzar le estrecho de Gibraltar y el primero que viajo
hacia el note, tan lejos que llegó al lugar donde el océano se
convertía en hielo, y donde pudo observar, y sobre todo relatar a su
regreso, la aurora boreal y el sol de medianoche.
El viaje de maduración
de Cristo. Luego los viajes de los apóstoles con el fin de expandir
su doctrina. Viajes que luego serían continuados por los misioneros.
Los viajes de aventura de
los jóvenes caballeros medievales en busca de riqueza y fama. Los
viajes de descubrimiento: el de Marco Polo, los de los Vikingos, el
de Túpac Yupanki a las islas polinesias, los viajes de los
portugueses y españoles. El descubrimiento de Las Islas Canarias y
de América.
Estos viajes, entre
tantos otros, sirvieron para crear un imaginario, un escenario de
ficción que dio pie a mitología y literatura, que recogen
bestiarios que iluminaron los sueños y fantasías de aquellos que no
viajaban, pero que de alguna manera, de esa manera, calmaban su deseo
de aventura.
Más cerca de nosotros
recordamos los viajes de los jóvenes burgueses del siglo XIX
quienes, como proceso de crecimiento, se lanzaban a redescubrir y
experimentar en carne propia lo que había leído en los libros.
Muchos poetas, geógrafos, humanistas, dibujantes pusieron por
escrito sus vivencias dando forma a nuestra cosmogonía.
Ni qué decir de los
viajes del sg. XX, ligados a la inmigración y al turismo, pero todos
favorecidos, autorizados por el capitalismo que hizo posible que
nosotros, seres productores de mierda antinatural, podamos tomar un
barco, un avión, un autobús, con una facilidad inédita.
Parece que toda la
historia del movimiento del humano ha venido a desembocar en una
realidad que se llama: TURISMO. Ahora cada vez más sofisticado (se
habla de Turismo Ecológico, Turismo Cultural, Turismo Sexual,
Turismo Deportivo, Turismo Comunitario, Turismo Religioso, Turismo
LGBT, etc.). Ya no sólo aquel que ofreció Hitler a sus obreros
alemanes, como símbolo del bienestar y el progreso que significaba
abrazar el Nacionalsocialismo.
Casos reveladores del
fenómeno del turismo que transforma en ídolos cosas increíbles y
se sustentan en una lógica de la irracionalidad que hace, por
ejemplo, convertir un paraje cualquiera en el lugar más fotografiado
de los Estados Unidos, como caricaturiza Don Delillo en su crítica a
la obsesión por las ilusiones, como la vida eterna, el equilibrio
entre la salud física e interior, el fantasma de la radiación, el
estudio y seguimiento de los terrores de la historia, que es su
novela Ruido de fondo, son, en el ámbito francés los siguientes
tres ejemplos:
El dedo de La Défense,
escultura gigantesca de cobre de un pulgar la que pese a su aparente
sin interés e incluso fealdad se ha convertido en lo más
fotografiado del barrio a donde turistas por su cuenta o en grupos
guiados llegan para posar, abrazar e, incluso, besar el dedo, siempre
desde luego frente al clic de una cámara.
El zapato de Michel de
Fontaine, escultura de cobre que se encuentra en la calle des
Écoles, frente a un edificio de la Universidad La Sorbonne, toda
ella cubierta de negro y verde debido al paso del tiempo y a la
oxidación salvo su zapato que reluce limpio y dorado gracias a la
creencia que sobárselo hace cumplir un deseo o provee de buena
fortuna o lo que fuera.
Me causa gracia,
asimismo, esa especie de división que existe entre los turistas o
los viajeros. Estos últimos tratando de alejarse a toda costa de la
interpretación negativa que han adquirido los primeros. Te dicen con
orgullo: yo no soy turista, soy viajero. Como si no fuera la misma
cosa.
Los poemas de Samir
Delgado, recogidos en Kodak Universal (Planeta Turista, Amargord 2014) reflexionan precisamente
sobre este nuevo fenómeno del turismo de masas, alimento del sistema
de la compra-venta, indispensable para las economías de los países.
Por lo tanto, algo que mantener y respetar, algo que cuidar como un
sacramento.
Él vive en Canarias, en
uno de los destinos turísticos más difundidos, por lo tanto, se
puede decir, un lugar azotado por lo que se conoce por Turismo de Sol
y Playa. Lo que se resume en camisas floreadas, gafas de sol y piñas
coladas… de hecho, mojitos! Cuerpos bellos y otros ni tanto.
No es raro, pues, que un canario aborde este tema, que sea un tema de conversación entre los
habitantes de las islas, no es raro que se haga presente de muchas
maneras y, entre ellas, en la poesía. Pero a la vez es raro. Porque
el Turismo no es un sujeto usualmente poético, aunque todo sea
poetizable. Y este encuentro resulta por sí mismo interesante.
[Sun glasses]
Al principio de los
tiempos el sol
fue un ojo de cerradura
por el que los dioses
medían la belleza
de cada amanecer
hasta que la llegada del
1˚ turista
creó la cólera de
Helios
desde entonces el castigo
a los mortales fueron
las gafas de sol your sun
glasses
Samir muestra su claro
rechazo hacia el Turismo, al turista, al que ve como un mortal
castigado, precisamente por haber existido, haber sido creado o
“llegado”, en contra partida a “la belleza de cada amanecer”,
el mortal, que de alguna manera descubrió “la cólera de Helios”
(o la creo), tiene que crearse una protección de plástico.
He aquí uno de los
mensajes del libro: el Turismo inventa sus propias necesidades, y las
vende muy bien, al punto que nos hacen creer que son necesidades
absolutas. En este caso las gafas de sol.
Asimismo, entre los
objetos creados para servir a los viajes, se encuentran esos objetos
que cruzan el cielo: los aviones, que dejan sus líneas de nubes, sus
dibujos que luego desaparecen.
[postal continental]
Los reactores chorrean
una estela
de nube efímera que dura
segundos de vida
la huella aérea nada
dice de su extraña procedencia
sin embargo algún
espectador
contempla desde abajo
igual que un turista
su propia biografía
Los aviones que son
artificiales criaturas crean efímeras nubes que sólo tienen
segundos de vida. Que desde abajo, poco nos dicen a los ínfimos
seres que somos nosotros, pero que nos evocan una serie innumerable
de situaciones y destinos. He aquí que aparece de nuevo la severidad
de Samir hacia el Turista, manifestado en el paralelismo emocional
entre el espectador embelesado del objeto volante, el que mira al
cielo imaginando procedencias y destinos, y, por otro lado, a la
emoción del turista que contempla su foto.
Y es precisamente una
evocación la que va buscando el turista, una quimera, la visión de
otros mundos y otras realidades. Esta búsqueda utópica que ha
alimentado desde siempre la literatura. Pienso en Ulises, La Saga
Artúrica, entre otros.
¿Es también, acaso, el
reclamo del turista: alcanzar el Santo Grial, La Fuente de Juvencio,
y en el camino vivir aventuras?
[guías baedeker]
A pesar del transcurso
mecánico del tiempo
todavía el viaje remoto
hacia un país exótico
ocupa los sueños de
buena parte de Europa
es la quimera renovada de
las guías Baedeker
con vuelos charter
aterrizando entre cocoteros
La ilusión óptica de
las dos guerras mundiales
sobre un paraíso
real>más allá de las trincheras
El “transcurso mecánico
del tiempo”, cada vez más acelerado, hace que los objetos e
ideales envejezcan más rápido. El poeta se afirma que pese a este
paso acelerado, aún permanece el sueño de viajar a un lugar
exótico, para huir de la desgracia, del desamor y tragedia de un
continente que albergó las dos grandes guerras. Lugares con
cocoteros, lugares salvajes e inhabitados, la naturaleza que ya no es
más virgen pero parece, como refugio del ser primitivo. Es entonces
cuando el contemporáneo compra un paquete turístico que le asegure
su cuota de naturaleza.
[ferry express]
Para que un matrimonio
inglés
aficionado a las partidas
de rumikub
cruce el océano a bordo
de un catamarán
con destino garantizado a
Puerto de La Cruz
tuvieron que pasar cinco
siglos de historia naval
algunos millones de años
en la evolución de las especies
y un par de glaciaciones
en el primitivo mapa de Europa.
Sin embargo la isla
permanece en su lugar de origen:
la imaginación del
turista.
Entonces, el destino
geográfico por excelencia es la imaginación, no los lugares que
venden los catálogos turísticos, pues están todos envueltos en una
atmósfera de irrealidad y fantasía que poco o nada tienen que ver
con el lugar donde se ubican. Es un lugar sólo existe en la
imaginación.
Y es lo que trata de
decirnos Samir Delgado con sus poemas y su reflexión acerca del
Turista y sus viajes. Nada de lo que busca dicho individuo es real,
ni siquiera la experiencia de meterse en la playa que está
condicionada por el conjunto de sensaciones y emociones que carga en
ese acto de huída que es escapar de su rutina. Él, como el viajero
del XIX o de la época del descubrimiento, o el mismo migrante, va
siguiendo una utopía, una quimera, formada a partir de los retazos
de realidad imaginada que le llegan a través de los medios de
comunicación y los relatos de amigos o desconocidos. Aquellos
lugares que no existen, pero que se reactualizan en cada viaje que es
una huida de cada cual simbólica de sí mismo.
El gran problema está en
la masificación que atropella, invade, desfigura lugares para
hacerlos todos parecer a ese lugar ideal donde el turista pueda tocar
sus sueños. A la vez, que es otro producto más de compra y venta y
por lo tanto vil, en constante modificación para hacerlo seductor,
atractivo, indiscutible, imposible de rechazar. Somos esclavos del
sueño de neón que es intermitente, que se enciende y se apaga.
Canarias, Ibiza, París, NY, Tokio, BB.AA., Machupichu, Casablanca,
Londres, Budapest, Viena, Cancún, Barcelona. ¿Qué tanto de real
hay de ello en nuestras cabezas? ¿Hasta qué punto podemos decir de
que los conocemos, incluso sin haber ido nunca, incluso habiendo ido
alguna vez o habiendo vivido 30 años? Es la pregunta que me lanzó
Samir Delgado… ¿vivo mi realidad o sólo en la reactualización
constante de mi fantasía?
Nota final
Lo que me entusiasma
del turismo y sospecho que no comparte Samir es la esperanza que para
mí ese fenómeno encierra. El hombre, ser destructor por naturaleza,
ser virulento, contaminador, en su calidad baja de especie turista
con cámaras e Iphones, es el mayor ente destructor de su entorno.
Por lo que la idea de su neurótico movimiento contemporáneo no
hacen más que despertarme la imagen esperanzada del impulso y
aceleramiento de su autodestrucción y desaparición como especie. El
turismo es el arma para la futura extinción de nuestra especie.
Muévete, humano, acerquémonos al fin, lancémonos al abismo de la
nada, a la pacífica noche sin tiempo.
Paris, Junio 2014
Luis Miguel Hermoza M. (Trujillo, Perú, 1977)
Poeta, Licenciado en Filología Románica por la Universidad de Barcelona.
Realizó estudios de literatura en la Universidad Católica del Perú.
Dirije y edita la revista digital La Siega (http://www.lasiega.org) desde su fundación (2004), el fanzine Simiostein: primer zine cornelista (http://simiostein.blogspot.com), y actualiza su blog S_G- redirige tu vida (http://redirigetuvida.blogspot.com). Su novela inédita El juicio de las ratas
quedó entre los diez finalistas del Concurso de Novela Queleer
Volkswagen 2008 (Barcelona) y en segundo lugar en el Premio de Novela de
la Universidad Federico Villarreal 2008 (Lima). Tiene dos libros de
poesía acabados e inéditos. Ha publicado en revistas y antologías en
Perú, España, Chile y México. Actualmente, vive en París, donde prepara
el lanzamiento de Le Cornélisme International y escribe su segunda novela.