Derek Walcott (1930-2017) Premio Nobel de Literatura |
Dossier Leyendo el turismo, 3 Poetas (2016)
"Pero
en nuestros folletos turísticos el Caribe es un lago azul en el que
la república introduce el pie de Florida, con islas de goma inflada
que cabecean en el agua y cócteles con sombrillas que flotan hacia
ella arrastrados por la corriente. Así es como las islas, movidas
por la verguenza de la necesidad, se venden al mundo; ésta es la
erosión estacional de su identidad, esa estridente repetición de
las mismas imágenes que no sabe distinguir una isla de la otra, con
un futuro de puertos deportivos contaminados, de especulación
urbanística auspiciada por los ministros, y todo ello al ritmo de la
música de dos copas al precio de una y con una sonrisa en los
labios. ¿Qué es el paraíso terrenal para nuestros visitantes? Dos
semanas sin lluvia, un bronceado color caoba y, a la caída del sol,
trovadores con sombreros de paja y camisas de flores que interpretan
hasta el agotamiento Yellow
bird y
Banana
Boat Song. Pero
existe un territorio mucho más amplio, un territorio que supera los
límites creados por el mapa de una isla, un territorio que es el mar
sin confines y lo que éste recuerda.
Cada
una de las islas que integra las Antillas es un esfuerzo de memoria;
cada hombre, cada biografía racial, culmina en amnesia y niebla.
Fragmentos del sol entre la niebla y súbitos arco iris. Este es el
esfuerzo, la tarea de la imaginación antillana: reconstruir a sus
dioses con estructuras de bambú, frase a frase.
El
exterminio es la maldición de la historia antillana, desde los
tiempos de los arahuacos, y esa otra plaga benigna del turismo puede
afectar a todas las islas, no de manera gradual sino rápida aunque
imperceptiblemente, hasta que cada una de ellas quede blanqueada por
el guano de los hoteles de alas blancas, el arco y el descenso del
progreso".
Derek
Walcott, La voz del crepúsculo, Alianza, 2000